martes, 28 de febrero de 2012


Convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto. 




Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas.


 (Jl 2,12-13)

domingo, 26 de febrero de 2012

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA: DOMINGO DE LAS TENTACIONES



Este domingo es uno de los más solemnes del Año Litúrgico, porque antiguamente era el comienzo de la Santa Cuaresma. Por eso la estación se celebra en la Catedral Pontificia, San Juan de Letrán. 


La Liturgia de este día rebosa confianza en la protección divina contra las asechanzas de Satanás. San Pablo nos dicta una regla admirable de vida cristiana, que debemos adoptar en este sagrado tiempo y conservarla para siempre.


 El ayuno de Cristo en el desierto, y sus tres tentaciones victoriosamente rechazadas, son dechado del cristiano en los combates de la penitencia y de las tentaciones.

Fuente: CATHOLICVS

EN CUARESMA TAMBIÉN REZAMOS Y MEDITAMOS EL SANTO VIA CRUCIS


Via Crucis





-POR LA SEÑAL, DE LA SANTA CRUZ...

1ª Estación: Jesús sentenciado a muerte
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Sentenciado y no por un tribunal, sino por todos. Condenado por los mismos que le habían aclamado poco antes. Y El calla... Nosotros huímos de ser reprochados. Y saltamos inmediatamente...Dame, Señor, imitarte, uniéndome a Ti por el Silencio cuando alguien me haga sufrir. Yo lo merezco. ¡Ayúdame!

 Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria...

2ª Estación: Jesús cargado con la cruz

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

 Que yo comprenda, Señor, el valor de la cruz, de mis pequeñas cruces de cada día, de mis achaques, de mis dolencias, de mi soledad. Dame convertir en ofrenda amorosa, en reparación por mi vida y en apostolado por mis hermanos, mi cruz de cada día.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria...

3ª Estación: Jesús cae, por primera vez, bajo el paso de la cruz

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Tú caes, Señor, para redimirme. Para ayudarme a levantarme en mis caídas diarias, cuando después de haberme propuesto ser fiel, vuelvo a reincidir en mis defectos cotidianos. ¡Ayúdame a levantarme siempre y a seguir mi camino hacia Ti!

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria...

4ª Estación: Encuentro con la Virgen

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

 Haz Señor, que me encuentre al lado de tu Madre en todos los momentos de mi vida.Con ella, apoyándome en su cariño maternal, tengo la seguridad de llegar a Ti en el último día de mi existencia. ¡Ayúdame Madre!

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria...

5ª Estación: el Cirineo ayuda al Señor a llevar la Cruz

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

 Cada uno de nosotros tenemos nuestra vocación, hemos venido al mundo para algo concreto, para realizarnos de una manera particular.¿Cuál es la mía y cómo la llevo a cabo? Pero hay algo, Señor, que es misión mía y de todos: la de ser Cirineo de los demás, la de ayudar a todos. ¿Cómo llevo adelante la realización de mi misión de Cirineo?

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria...

6ª Estación: la Verónica enjuga el rostro de Jesús

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Es la mujer valiente, decidida, que se acerca a Ti cuando todos te abandonan. Yo, Señor, te abandono cuando me dejo llevar por el "qúe dirán", del respeto humano, cuando no me atrevo a defender al prójimo ausente, cuando no me atrevo a replicar una broma que ridiculiza a los que tratan de acercarse a Ti. Y en tantas otras ocasiones. Ayúdame a no dejarme llevar por el respeto humano, por el "qué dirán".

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria...

7ª Estación: Segunda caída en el camino de la Cruz

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.


Caes, Señor, por segunda vez. El Via Crucis nos señala tres caídas en tu caminar hacia el Calvario. Tal vez fueran más. Caes delante de todos... ¿Cuándo aprenderé yo a no temer el quedar mál ante los demás, por un error, por una equivocación?. ¿Cuándo aprenderé que también eso se puede convertir en ofrenda?

 Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria...

8ª Estación: Jesús consuela a las hijas de Jerusalén

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Muchas veces, tendría yo que analizar la causa de mis lágrimas. Al menos, de mis pesares, de mis preocupaciones. Tal vez hay en ellos un fondo de orgullo, de amor propio mal entendido, de egoísmo, de envidia.
Debería llorar por mi falta de correspondencia a tus innumerables beneficios de cada día, que me manifiestan, Señor, cuánto me quieres. Dame profunda gratitud y correspondencia a tu misericordia.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria...

9ª Estación: Jesús cae por tercera vez

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Tercera caída. Más cerca de la Cruz. Más agotado, más falto de fuerzas. Caes desfallecido, Señor.Yo digo que me pesan los años, que no soy el de antes, que me siento incapaz. Dame, Señor, imitarte en esta tercera caída y haz que mi desfallecimiento sea beneficioso para otros, porque te lo doy a Ti para ellos.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria...

10ª Estación: Jesús despojado de sus vestiduras

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Arrancan tus vestiduras, adheridas a Ti por la sangre de tus heridas. A infinita distancia de tu dolor, yo he sentido, a veces, cómo algo se arrancaba dolorosamente de mí por la pérdida de mis seres queridos. Que yo sepa ofrecerte el recuerdo de las separaciones que me desgarraron, uniéndome a tu pasión y esforzándome en consolar a los que sufren, huyendo de mi propio egoísmo.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria...

11ª Estación: Jesús es clavado en la Cruz

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Señor, que yo disminuya mis limitaciones con mi esfuerzo y así pueda ayudar a mis hermanos. Y que cuando mi esfuerzo no consiga disminuirlas, me esfuerce en ofrecértelas también por ellos.
 Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria...

12ª Estación: Jesús muere en la Cruz

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Te adoro, mi Señor, muerto en la Cruz por Salvarme. Te adoro y beso tus llagas, las heridas de los clavos, la lanzada del costado... ¡Gracias, Señor, gracias! Has muerto por salvarme, por salvarnos.Dame responder a tu amor con amor, cumplir tu Voluntad, trabajar por mi salvación, ayudado de tu gracia. Y dame trabajar con ahínco por la salvación de mis hermanos.

 Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria...

13ª Estación: Jesús en brazos de su madre

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.


Déjame estar a tu lado, Madre, especialmente en estos momentos de tu dolor incomparable. Déjame 
estar a tu lado. Más te pido: que hoy y siempre me tengas cerca de Ti y te compadezcas de mí. ¡Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía!
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria...

14ª Estación: el cadáver de Jesús puesto en el Sepulcro
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Todo ha terminado. Pero no: después de la muerte, la Resurrección. Enséñame a ver lo que pasa, lo transitorio y pasajero, a la luz de lo que no pasa. Y que esa luz ilumine todos mis actos. Así sea.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria...

Oración Final
Te suplico, Señor, que me concedas, 
por intercesión de tu Madre la Virgen,
 
que cada vez que medite tu Pasión,
 
quede grabado en mí
 
con marca de actualidad constante,
 
lo que Tú has hecho por mí
 
y tus constantes beneficios.
Haz, Señor, que me acompañe,
 
durante toda mi vida,
 
un agradecimiento inmenso a tu Bondad. Amén


Fuente : Aceprensa

miércoles, 22 de febrero de 2012

MIÉRCOLES DE CENIZA






MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
PARA LA CUARESMA 201
2

«Fijémonos los unos en los otros
para estímulo de la caridad y las buenas obras»
 (Hb 10, 24)

Queridos hermanos y hermanas
La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.
Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos«Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en laesperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.


1. “Fijémonos”: la responsabilidad para con el hermano.
El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdaderoalter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).
La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.
El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein—es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.


2. “Los unos en los otros”: el don de la reciprocidad.
Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.
Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).


3. “Para estímulo de la caridad y las buenas obras”: caminar juntos en la santidad.
Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.
Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).
Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.
Vaticano, 3 de noviembre de 2011

BENEDICTUS PP. XVI



Oración
Señor, fortalécenos con tu auxilio al empezar la Cuaresma, para 
que nos mantengamos en espíritu de conversión; que la austeridad 
penitencial de estos días nos ayude en el combate cristiano contra 
las fuerzas del mal. 
—Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo 
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los 
siglos.
R/. Amén.


domingo, 19 de febrero de 2012

¿QUÉ ME MUEVE, MI DIOS, PARA QUERERTE...?



No me mueve, mi Dios, para querete,

El cielo que me tienes prometido

Ni me mueve el infierno tan temido 


Para dejar por eso de ofenderte.


Tú me mueves, Señor, muéveme el verte


 Clavado en una cruz y escarnecido;


 Muéveme ver tu cuerpo tan herido,


 Muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor,


 y en tal manera, 


Que aunque no hubiera cielo, yo te amara, 


Y aunque no hubiera infierno, te temiera.


No me tienes que dar porque te quiera; 


Pues, aunque cuanto espero no esperara, 


Lo mismo que te quiero te quisiera.
                                              (Anónimo)
Soneto a Cristo Crucificado

sábado, 18 de febrero de 2012

IN MEMORIAM D. Pablo Domínguez Prieto

En el Tercer Aniversario de su Muerte. 15 de Febrero de 2012

S.S. Benedicto XVI y D. Pablo Domínguez

 Señor, que conociste la vida de D. Pablo Domínguez Prieto, Presbítero, que en este mundo te sirvió en el Sacerdocio, la Ciencia y la Atención a los demás, con total disponibilidad, a través de su Ministerio y de la Vocación recibida. A Tí, Señor que le concediste el Don de la Alegría en la vida, en la muerte y en la Cruz, tratando de imitarte en todo momento, para ejemplo nuestro, Te ruego lo glorifiques, como Siervo Bueno y Fiel y lo bendigas por su intenso amor a la Iglesia, a la Eucaristía y a la Santísima Virgen y nos hagas partícipes de la Gloria, por su intercesión ante Tí, Dios Todopoderoso. Amén

(miguel LMC)

viernes, 17 de febrero de 2012

ORACION DE JESÚS EN LA CRUZ


BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Sala Pablo VIMiércoles 15 de febrero de 2012


Jesús ora, clavado en la Cruz 
S.S. Benedicto XVI, nos recuerda  la actitud de Cristo en la Cruz, invitándonos a imitarle.

Queridos hermanos y hermanas:
Deseo hablar hoy sobre la oración de Jesús en la cruz, desde las tres palabras que nos ha transmitido el Evangelio de Lucas. En la primera palabra, Jesús dirige al Padre una intercesión por sus verdugos y da la razón de esta súplica: «no saben lo que hacen». La ignorancia atenúa la culpa, y deja así abierta la vía hacia la conversión. La segunda palabra es la respuesta que da a la oración de uno de los dos hombres crucificado con Él. Después de una vida equivocada, Jesús en comunión con el Padre, abre al hombre las puertas del paraíso. La última palabra es de confianza. Si bien, el momento de morir es dramático, la oración de Jesús esta invadida de una profunda calma que nace de la confianza en el Padre y de la voluntad de entregarse totalmente a Él.
Queridos hermanos y hermanas, esta oración de Jesús nos llama a imitarle y cumplir con el difícil gesto de orar también por aquellos que nos hacen el mal, sabiendo perdonar siempre, viviendo la misericordia y el amor.
* * *
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los miembros del Club Atlético de Madrid, así como a los demás grupos provenientes de España, Costa Rica, Chile, Argentina, México y otros países latinoamericanos. Jesús que en el momento de la muerte se confío totalmente en la manos de Dios Padre, nos comunique la certeza de que, a pesar de las duras las pruebas, los problemas, el sufrimiento, estamos acompañados de su gran amor. Muchas gracias.

miércoles, 15 de febrero de 2012

IN MEMORIAM

HOY 15 DE FEBRERO SE CUMPLE EL 3º ANIVERSARIO DE LA (MUERTE?) DE D. PABLO DOMINGUEZ PRIETO. QUE FUE DECANO DE LA FACULTAD DE TEOLOGÍA DE SAN DAMASO EN MADRID.
FALLECIÓ ACCIDENTALMENTE BAJANDO EL MONCAYO, AL QUE HABÍA SUBIDO DESPUÉS DE IMPARTIR UNOS EJERCICIOS ESPIRITUALES A LAS MONJAS DEL MONASTERIO DE TULEBRAS.  CON EL MORÏA ?, TAMBIEN SARA DE JESÚS, COMPAÑERA DEL GRUPO DE MONTAÑEROS DE MADRID QUE PRACTICABAN ESTE DEPORTE EN MUCHAS OCASIONES .
DIOS QUISO QUE ESTE FUESE EL FINAL DE UN PRINCIPIO DE D.PABLO Y SARA AL DESPEÑARSE ACCIDENTALMENTE.
GRACIAS A ESTO MUCHOS, MUCHÍSIMOS EN TODO EL MUNDO HEMOS CONOCIDO LA VIDA DE  ESTE EJEMPLAR CURA DE MADRID CON LA PELÍCULA LA ULTIMA CIMA Y SUS LIBROS .



A QUIEN LEA ESTO LE RUEGO MEDITEN  SUS ESCRITOS SENCILLOS Y PROFUNDOS QUE SON TRANSCRIPCIONES DE  LOS EJERCICIOS  ESPIRITUALES QUE IMPARTIÓ.






Señor, que conociste la vida de D. Pablo Domínguez Prieto, Presbítero, que  en este mundo te sirvió en el Sacerdocio, la Ciencia y la Atención a los demás, con total disponibilidad, a través de su Ministerio y de la Vocación recibida.
 A Tí, Señor que le concediste el Don de la Alegría en la vida, en la muerte y en la Cruz, tratando de imitarte en todo momento, para ejemplo nuestro,
 Te ruego lo glorifiques, como Siervo Bueno y Fiel y lo bendigas por su intenso amor a la Iglesia,  a la Eucaristía y a la Santísima Virgen y nos hagas partícipes de la Gloria, por su intercesión  ante  Tí, Dios Todopoderoso.    Amén
(miguel LMC)



viernes, 10 de febrero de 2012

Me dirijo a ti, amigo...

A punto de consumarse su vida, en el año 2071, el sacerdote protagonista de este cortometraje, rememora todo su ministerio. Cuando pasa revista a su infancia y a su juventud, le viene a la cabeza aquel feliz día en el que se cruzó con un grupo de jóvenes que llevaban una cruz por las calles de su ciudad. El encuentro con el Papa en la JMJ 2011 le impulsó a dar el paso en su vocación sacerdotal. Era la audacia de Dios, al llamarlo para ser cura. Desde aquel momento todo su ser ha sido un regalo de Dios para el mundo. Fuente: Un Sacerdote de Dios

martes, 7 de febrero de 2012

Siempre hay una razón para vivir



 "Siempre hay una razón para vivir ¿Cuál es la tuya?"
Vídeo de la Conferencia Episcopal 2011






 

Si impresionante es el amor de los padres, que hacen todo lo imposible en posible con tal de hacernos 
felices... 
¡ Cómo será el Amor que Dios tiene por nosotros !





lunes, 6 de febrero de 2012

Cartas a Dios

¿Nos hemos planteado alguna vez escribir a Dios? ¿Qué diríamos? Sería un momento emocionante y más la espera de la respuesta ...¿Qué nos contestaría? Es cuestión de empezar...




“Cartas a Dios”, un largometraje signado por la fe, la esperanza y la caridad, llegó a España habiendo sido seleccionada por la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011 dentro de su plan de estrenos en preparación a la llegada de Benedicto XVI.

 




viernes, 3 de febrero de 2012

TESTIMONIO IMPRESIONANTE

CON EL CORAZÓN EN EL CIELO

  El día 24 de enero, fallecía Ildefonso Luis García Palacios, un religioso claretiano, de 25 años. Su testimonio de vida y consagración nos da una lección, una vez más, de lo esencial de la vida, de la fe y la entrega desinteresada y generosa a Dios. Nos unimos en oración a la Familia claretiana y a su familia de sangre, pidiendo por el eterno descanso de Ildefonso, y sobre todo nos encomendamos a él, que sin duda forma parte de ese grupo de santos de a pie, que conviviendo junto a nosotros, han dejado un gran testimonio en nuestra sociedad del siglo XXI.

 Ildefonso Luis García nació en La Laguna (Tenerife) el 1 de marzo de 1986. Ingresó en la Congregación en el año 2003. Durante dos años residió en el Centro Juvenil Claretiano ─calle Lima, 14 de Sevilla─ estudiando 1º y 2º de Bachillerato en el Colegio Claret de esa ciudad. Comenzó el Postulantado Canónico en el mismo CJC el 7 de febrero de 2005. Este año, el 8 de septiembre, inició en Granada los dos años de Noviciado prescritos en Bética. En Sevilla, coincidiendo con la clausura del Centenario de la Provincia, el 28 de octubre de 2007 emitió su primera profesión de manos del Rmo. P. José Mª Abella Batlle, Superior General. Continuó sus estudios institucionales en la Facultad Teológica de Cartuja (Granada), donde profesó perpetuamente el 23 octubre de 2011, de manos del P. Provincial, MRP. Félix Jesús Martinez Lozano. Dado el avanzado estado del tumor suprarrenal ─extendido al hígado y pulmones─ que padecía Ildefonso Luis, la profesión tuvo lugar en la Capilla del Hospital Ruiz de Alda de Granada. Ilde, como le llamábamos cariñosamente, ha afrontado su enfermedad consciente en todo momento de la gravedad de la misma, puesto en las manos de Dios y haciendo de ella un motivo de seguimiento de Cristo muerto y resucitado. El 30 de noviembre escribía: «Hoy día 30, el Señor me sigue llamando a un seguimiento más estrecho, uniendo a Getsemaní casi con la Cruz. Los médicos anuncian ya fallos en los pulmones y se plantea la sedación absoluta como realidad. […] Pidamos al Padre, que en estos momentos de oscuridad en nuestro seguimiento cotidiano descubramos que el Crucificado-Resucitado es quien nos sostiene».
 

Fuente: Blog soyconcepcionista.blogspot.com

¿DIOS ME LLAMA A SU SERVICIO?

DISCERNIMIENTO   ¿?




Dios sigue llamando hoy como ayer,  pero en la sociedad actual a veces es difícil escuchar su llamada y responder a ella. Estos pasos pueden ayudar a quienes sientan la inquietud de poner su vida plenamente al servicio de Dios.

"Uno de los grandes retos que deberás enfrentar en tu vida es el de encon­trar tu lugar en la sociedad y en la Iglesia. Para ti, que buscas tu vocación, describiré siete pasos que te pueden ayu­dar a discernir el proyecto de Dios sobre ti.
Aunque me referiré directamente a las vocaciones consagradas (en la vi­da religiosa, en el sacerdocio, etc.), los pasos que enumeraré se pueden apli­car para el discernimiento de cualquier vocación, estado de vida o profesión.


1. Oración

            Señor ¿Qué quieres que haga? Hch 22, 10

La vocación no es algo que tú inventas; es algo que encuentras. No es el plan que tú tienes para tu vida, sino el proyecto de amistad que Jesús te propone y te invita a realizar. No es principalmente una decisión que tú tomas sino una llamada a la que respondes.
Si quieres descubrir tu vocación, dialo­ga con Jesús. Sólo mediante la oración po­drás encontrar lo que Dios quiere de ti. En la oración, el Espíritu Santo afinará tu oído para que puedas escuchar.
En el diálogo de amistad con Jesús podrás oír su voz que te llama: ven y sígueme (Lc 18, 22); o bien, escucharás que te dice: vuelve a tu casa y cuen­ta todo lo que Dios ha hecho por ti (Lc 8, 39).



2. Percepción

Había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos y aun­que yo hacía esfuerzos por ahogarlo, no podía. Jr 20, 9

Para descubrir lo que Dios quiere de ti tienes que escuchar, mirar y experimentar. Para esto necesitas hacer si­lencio interior y exterior; el ruido te impide percibir.
Está atento a lo que se mueve en tu interior: tus de­seos, tus miedos, tus pensamientos, tus fantasías, tus in­quietudes, tus proyectos. Escucha tanto a los que aprueban tu inquietud como a los que la critican. Escu­cha tu corazón: ¿qué es lo que anhelas? Aprende a mi­rar a las personas que te rodean: ¿qué te está diciendo Jesús a través de su pobreza, de su ignorancia, de su do­lor, de sus desesperanzas, de su necesidad de Dios...?
Ve tu historia: ¿Por qué camino te ha llevado Dios? ¿Cuáles han sido los acontecimientos más importantes de tu vida?, ¿de qué manera Dios estuvo presente o ausente en ellos? ¿Qué personas concretas han sido significativas para ti?, ¿por qué? Contempla el futuro: ¿qué experimentas al pensar en la posibilidad de consagrar tu vida a Dios? Tienes sólo una vida, ¿a qué quieres dedicarla?
Ten cuidado en discernir si tu inquietud y la atracción que sientes son sig­nos de una verdadera vocación consagrada o son manifestaciones de que Dios quiere que intensifiques tu vida cristiana como seglar.
Al dar este paso podrás decir: Tal vez Dios me esté llamando... Siento la inquietud de consagrar mi vida a Dios.



3. Información

Observen cómo es el país y sus habitantes, si son fuertes o débiles, escasos o nume­rosos; cómo es la tierra, buena o mala; cómo son las ciudades que habitan, de tiendas o amuralladas; cómo es la tierra fértil o estéril; con vegetación o sin ella. Nm 13, 18-20

Los caminos para realizar la vocación consagrada son múltiples. No basta con querer entregar tu vida a Dios y desear dedicarte al servicio de tus herma­nos. Es necesario saber dónde quiere Dios que tú lo sirvas.
Para descubrir tu lugar en la Iglesia es conveniente que conozcas las diver­sas vocaciones. Investiga cuál es la espiritualidad que viven los sacerdotes dio­cesanos o las diferentes congregaciones religiosas; y siente cuál de ellas te atrae. Ve cómo viven: no es lo mismo una congregación contemplativa que una de vida apostólica. Infórmate sobre cuál es su misión y por qué medios preten­den realizarla: enseñanza, hospitales, dirección espiritual, promoción vocacio­nal, misiones, predicación de ejercicios, medios de comunicación, etc. Conoce quiénes son los principales destinatarios de su apostolado: jóvenes, pobres, sa­cerdotes, enfermos, niños, seminarios, ancianos, etc.
Aunque ordinariamente cuando se experimenta la inquietud vocacional se siente también el atractivo por una vocación específica, vale la pena que dedi­ques algunas horas a informarte más a fondo sobre esa vocación y sobre otras. Y si al final te decidieras por la que en el principio te inclinabas, el tiempo em­pleado en informarte no habrá sido desperdiciado.
Al dar este paso podrás decir: Me atrae la espiritualidad, el estilo de vida y el apostolado de esta congregación. Posiblemente Dios me está llamando a ingresar al noviciado o al seminario.




4. Reflexión

Si uno de ustedes quiere construir una torre ¿no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pu­diendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: Este comenzó a edificar y no pudo terminar. Lc 14, 28-30

La vocación es una empresa demasiado grande, ¡y es para toda la vida! Por eso no te puedes lanzar sin antes haber reflexionado seriamente sobre ti y so­bre la vida que pretendes abrazar.
Descubre cuáles son tus capacidades y limitaciones. Piensa si podrás vivir las exigencias que implica la vocación -contando desde luego con la gracia de Dios-. ¿En qué signos concretos te basas para pensar que Dios te llama? ¿Qué razones en favor y en contra tienes para emprender ese camino? ¿Qué es lo que te atrae y qué lo que no te gusta de ese estado de vida?
Dios te pide que te comprometas responsablemente en el discernimiento de su voluntad. Quiere que utilices tu inteligencia para buscar tu vocación. Con la luz del Espíritu Santo podrás descubrir lo que Dios quiere de ti.
No pienses que llegarás a tener certeza absoluta de lo que Dios quiere de ti: algo así como tener un contrato firmado por El, en el que te revelara su volun­tad. Lo que encontrarás serán signos que indican cuál podría ser el proyecto de amistad que tiene para ti.


Al descifrar esos signos podrás tener certeza moral de su llamado. Yo tengo certeza absoluta de que no puede haber un círculo cuadrado, y tengo certeza moral de que la silla en la que estoy sentado no se va a romper. La certeza moral es la que necesitas para actuar
Al dar este paso podrás decir: Creo que Jesús me llama. Creo que, con la ayuda del Espíritu Santo, podré responder.




5. Decisión

Te seguiré vayas adonde vayas Lc 9, 57

Habiendo descubierto lo que Dios quiere de ti, decídete a seguirlo.
Tomar tal decisión es difícil. Sentirás miedo. Tus limitaciones te parecerán montañas: ¡Ay Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho (Jr 1, 6). Sin embargo, a pesar de tus limitaciones -o mejor con todas ellas-, responde como Isaías:
Aquí estoy, Señor, envíame (Ls 6, 8).
Decir el sí con el cual comprometes toda tu vida es una gracia. Pídele al Espíritu Santo que te dé esa capacidad de respuesta. No afrontar la decisión equivale a desperdi­ciar tu vida.
Para iniciar el camino de la vocación no esperes tener certeza absoluta de que Dios te llama (el contrato firmado); te basta la certeza moral. La decisión es un paso en la fe; en un acto de confianza en tu amigo Jesús.
Al decidirte a seguir radicalmente a Jesús es normal que tengas dudas de si podrás con las exigencias y si llegarás al final. Pero de lo que no puedes dudar es de lo que tú quieres.
Al dar este paso podrás decir: Quiero consagrar mi vida a Dios en el servi­cio de mis hermanos. Quiero ingresar en esta congregación religiosa. Quiero ser sacerdote.




6. Acción

Jesús los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Mt 4, 21-22

Una vez tomada la decisión, ¡lánzate! No te dejes vencer por el miedo; lánzate sin miedo.
Pon todos los medios que estén a tu alcance para realizar lo que has decidido. No cedas a la tentación de diferir tu ingreso a una casa de formación: Te seguiré, Señor; pero déjame pri­mero.... (Lc 9, 61). Con tu decisión has comprometido todos los momentos posteriores; en el futuro busca cómo ser fiel. La única manera de realizar el proyecto de Dios es la fidelidad de cada día. Vive todo momento en coherencia con lo que has de­cidido; dirige cada paso hacia la meta.
¿Y cuando venga la dificultad? ¡Perseverar! El camino que emprenderás es difícil; más de lo que ahora crees. Prepárate pa­ra la lucha; deberás enfrentar problemas y superar obstáculos. Jesús te dice: El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue cada día con su cruz y me siga (Lc 9, 23).
El sendero es arduo, pero María te acompaña y el Espíritu Santo te forta­lece para que puedas recorrerlo. Además, no se trata de cargar hoy la cruz de toda la vida, sino sólo la de hoy; y así cada día. Al dar este paso podrás de­cir, como Pedro: Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido (Mc 10, 28).



7. Dirección Espiritual

Levántate y vete, a Damasco, allí se te dirá todo lo que está establecido que hagas. Hch 22,10

La dirección espiritual no es, en realidad, un paso más en el proceso de dis­cernimiento vocacional; es un recurso que puedes aprovechar en cada uno de los pasos anteriores.
El director espiritual te motivará a orar y a percibir los signos de la volun­tad de Dios; te indicará dónde obtener la información y te ayudará a reflexio­nar En el momento de la decisión se alejará de ti para que tú, frente a Jesús, li­bremente respondas a su llamada. Te ayudará a que te prepares conveniente­mente para ingresar en una casa de formación. Su oración y sacrificio por ti te alcanzarán del Espíritu Santo, la luz para descubrir tu vocación y la fuerza pa­ra seguirla.
Si bien es cierto que la vocación es una llamada de Dios que nadie puede es­cuchar por ti ni responder a ella en tu lugar, también es cierto que necesitas de alguien que te acompañe en tu discernimiento vocacional.
Es fácil hacerse ilusiones: podrías creer que es un llamado de Dios lo que tal vez sea sólo un deseo tuyo, o bien podrías pensar que no tienes vocación cuan­do en realidad Dios te está llamando. Dialoga con tu director espiritual para clarificar la autenticidad de tu vocación.
Jesucristo, después de habérsele aparecido a Pablo en el camino de Damas­co, le dijo que fuera con Ananías y que éste le indicaría cuál era la voluntad de Dios. Aunque Cristo hubiera podido decirle a Pablo lo que quería de él, quiso valerse de Ananías para hacerle descubrir su vocación (cf Hch 22, 10-15).
En el discernimiento del proyecto de Dios sobre ti no puedes prescindir de la mediación de la Iglesia.
Descubrir tu vocación no es fácil, pero tampoco es imposible Si con since­ridad te pones a buscar la voluntad de Dios y realizas los pasos que aquí te su­giero, creo que podrás encontrarla.
De muchas maneras Dios te está revelando la manera como quiere que co­labores en la instauración de su reino. El es el más interesado en que tú descu­bras y realices tu vocación. Por eso haz oración, dialoga con tu director espiri­tual, percibe, infórmate, reflexiona, decídete y actúa."



Fuente: Blog   PIDO LA VOZ Y LA PALABRA
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